La Danza de La Realidad (2013)

enero 15, 2019


Calificación: 1.5/5
Director: Alejandro Jodorowski
Título original: La Danza de La Realidad
Año: 2013
País: Francia
Género: Drama experimental
Duración: 130 min.

Suele ser agradable ir a contracorriente, siempre y cuando no sea gratuitamente, sino con honestidad. Si creímos que diferir de lo propuesto por Lisandro Alonso en "Jauja" era todo un atrevimiento, ahora nos toca hacer lo propio con alguien quien sí tiene detrás a un séquito de fanáticos —en toda la extensión de la palabra—, un tipo que en Chile es mucho más que un gurú, es un líder espiritual y un guía místico; alguien que además ha fundado su propio sistema de creencias: La Psicomagia, conjunto de posturas artísticas que tienen la habilidad de curar y que sólo miembros de la familia Jodorowski son capaces de ejercer. Y no estoy jodiendo, busquen en Wikipedia y verán que no miento.

Repetimos, no es por dar la contra alegremente y aclaramos que lo que aquí proponemos no es precisamente "Crítica" sino un Comentario Cinematográfico, y eso no es una disculpa o un parche, sino poner los puntos sobre las íes. Mejor dicho, no nos creemos unos sabiondos, sino personas capaces de emitir un juicio honesto y auténtico sobre alguna película vista, en nombre del amor al cine y al margen de quién haga la película, sea Ingmar Bergman o Leonidas Zegarra.

No puedo evitar citar tres de los sendos comentarios vertidos a lo escrito por Luz Díaz en la revista chilena "Disorder Magazine". Un texto bien escrito, honesto y que procura ser objetivo. Sin embargo, al manifestar poca complacencia con el reciente trabajo de Jodorowski ha sido objeto del fanatismo obtuso de los seguidores del psicomago. Léase lo siguiente con atención:

Lamentable el comentario, escrito además en primera persona, como intentando ponerse a la altura del gran realizador chileno, con pergaminos y reconocimiento internacional... Así es como se desconcierta a la opinión pública, con tan precaria sensibilidad cinematográfica... Mi conclusión es que la autora de estos livianos párrafos pretende colgarse de la fama de Jodorowsky, conquistada con evidente talento a lo largo de intensas décadas... Ya, desde el título, este comentario es tendencioso... ¡Urge mejorar el nivel periodístico!
—Francisco Leal Díaz (Universidad de Chile)

¿Es necesario seguir por el camino de la polémica fácil?, estoy cansado de pillar escritores y ensayistas que buscan lanzar humo para que les recuerden su nombre. En fin, cada quien presta sus espacios por unas visitas más dentro del blog. Lo que es yo, me quedo con la impotencia de la burda censura que le dieron en Chile la película (mayores de 18), es como si un niño jamás haya visto a su madre o hermanos desnudos. Una pena.
—Emiliano Navarrete

Haberme metido a este artículo sólo valió la pena al haber leído tu comentario.  [Se refiere al comentario anterior] Sinceramente creo que la gente de disorder.cl debería evaluar seriamente en contratarte a ti y pegarle una patada en la raja a la señorita Luz Díaz, su trabajo fue pésimo lo que más que por ser una periodista (esperemos que estudiante aún) de una mala universidad, tener chasquilla recta y ser hipster, tiene que ver con sus limitaciones de apreciación y crítica.
—Atatá

El artículo completo de Luz Díaz, "La Danza de La Realidad: Apto Sólo Para Algunos" puede leerse siguiendo el vínculo. Y como podrán ver, vaya-vaya, no es poca cosa meterse con el maestro vital de tanta gente. Ahora que lo hace un foráneo, ¿qué incendios dirán? Antes debo poner en el tapete dos hechos: Primero que no soy conocedor extenso de la obra de Alejandro Jodorowski, hace mucho tiempo vi "El Topo" y me pareció alucinante, he leído algo de sus escritos, visto entrevistas, y hasta soy seguidor de él en twitter. Entiendo y capto su onda, pero hasta ahí no más. No digo que sea un chanta, lo tengo en simpatía, pero hasta ahí no más. Y segundo, "La Danza de La Realidad" es una película familiar, nace del ombligo de la familia Jodorowski y eso se aprecia inmediatamente en los créditos: Brontis Jodorowski (actor), Adan Jodorowski (actor y compositor de la música), Cristóbal Jodorowski (actor), etc., y se me escapan un par más del clan. Ergo, es un producto personal hecho a la postre del libro del mismo nombre, críptico y autoreferencial, y sobre todo, para la complacencia de los incontables seguidores del gurú. Poniendo eso en contexto vayamos al filme.



Confieso sin reparos que los primeros minutos del filme me gustaron. La intervención inmediata de la fantasía, el onirismo y lo surreal, me hicieron creer que estaría ante un espectáculo visual que reinterprete la infancia (y porqué no, adolescencia, juventud y madurez) de Alejandro Jodorowski. Es harta conocida su capacidad para entrar en contacto con su yo profundo, casi infantil o remoto, y a partir de él construir metáforas y figuraciones interesantes sobre hechos reales. Me emocioné. Entendida inmediatamente la relación con su tiránico padre y las afecciones freudianas con su madre, todos enclavados en ese pueblito perdido en la costa chilena, Tocopilla; me sentí invitado a creer en el desarrollo de una historia sobre la vida y el crecimiento, convirtiendo a Tocopilla en el territorio de lo fantástico y lo insólito. Iba bien, como digo, ayudado por las intervenciones de filósofos locos, personajes fantasmales, decisiones meramente figuradas (como el hecho que su madre siempre hable como cantando ópera). Pude asociar además, la relación del niño con su padre en el mismo plano como ocurre en "El Topo". Pero luego...

El inicio de la película se fundamenta y basa en la infancia del joven Alejandro (Jeremías Herskovits), su relación con el mundo, el descubrimiento de la maldad, su afectación por parte de la violencia y el contexto político (la dictadura de Ibáñez); mejor dicho, el protagonista es el mismo Alejandro batallando con sus recuerdos y convirtiéndolos en espectáculo visual, derrochando imaginación y crudeza gráfica. Pero, luego la historia se torna gris, el niño pierde protagonismo y se sigue la aventura del padre (Brontis Jodorowski) que de villano autoritario pasa a convertirse en un iluso resentido que busca redención intentando asesinar al dictador, para lo cual abandona hijo y esposa, y se embarca en una aventura absurda, borrando con el codo lo que se hizo con la mano en los primeros momentos. De esta aventura, que prácticamente carcome toda la película y que pudo ser un corto aparte, hay que decir poco, todo sucede gratuitamente, el onirismo pierde brillo y se convierte en absurdo y con ello besa lo ridículo. En este punto el espectador ya está perdido, no sabe qué historia seguir y sólo antoja recordar al niño y qué fue de él. La aventura del padre, para los chupamedias de Jodorowski, obviamente sería interpretada como un manifiesto contra la opresión en celebración de la libertad y la búsqueda personal, lamentablemente su inserción en la película desbarata totalmente la estructura del filme, el onirismo no justifica la ruptura argumentativa, se puede viajar en el tiempo, cambiar incluso de planeta, pero la historia y lo que se quiere contar debe prevalecer necesariamente.



En medio del desconcierto, el padre regresa al pueblo. Antes, cuando por momentos se retoma la historia del niño, hemos visto chispazos de lo que pudo ser el filme: la desnudez de la madre (Pamela Flores), la meada que le da al padre previa a su partida, pero todo queda artificioso y hasta gratuito. Al volver papá la película termina por desmoronarse, el apredizaje del niño queda trunco, la parábola del padre roza lo risible y mucho más su liberación mental a partir de la quema de la imagen de sus ídolos y némesis (Stalin e Ibáñez). Todo queda mal dibujado y sin más ni más, y en medio de otro paisaje onírico (que en este punto es jocoso), la familia desapararece en la bruma marina a bordo de un pequeño bote, y con ellos se va nuestra esperanza de haber visto algo mejor y más articulado. "No hay que perder al niño interior", recita Jodorowski. Se capta la idea, se lee la intención, pero como decía mi abuela: de buenas intenciones está empredrado el camino hacia el infierno.

Lo positivo es que este es otro filme que divide a la crítica, y aquello despierta la discusión que mientras sea elevada, es positiva. Lamentablemente se tiende a tachar de ignorante, idiota o apocado a quienes observan fallos en lo que otros toman como de culto. La pasión es enemiga de la visión, y peor aún si se asocia la obra de alguien al orgullo nacional y cosas por el estilo. Personalmente recomendaría ver la película de Jodorowski pero una tarde en la que no tenga nada que hacer para que no corra el peligro de sentir que ha perdido el tiempo. Quién sabe, tal vez quede maravillado y se sume a las legiones jodorowskianas.

—Pablo Gachet


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