Maestrías al Paso: El Nefasto Efecto SUNEDU

enero 19, 2019
Las maestrías express o como me gusta llamarlas, las Mc Maestrías; han llegado para quedarse, al menos, hasta que sea necesario. Cuando en 2014 se promulgó la Ley Universitaria 30220 (plagada de buenas intenciones, pero con muchos errores, anacronías y poco actualizada en términos pedagógicos; alentada además por el General EP en retiro Daniel Mora, que de educación sabe tanto como yo de tácticas militares), esta incluía en uno de sus artículos:


Al año siguiente, el 2015, inicié mi carrera docente, con algo de suerte y sin reparar mucho en los alcances de la ley que luego haría mi vida cuadritos. Trabajé, durante ese año, en dos universidades privadas. A punto de iniciar el ciclo 2016-I, me toma la ley desprevenido. Una de aquellas universidades decidió seguirla a rajatabla con la intención de obtener la licenciatura de la SUNEDU con celeridad. Se me dijo: “Si no has enseñado durante el ciclo 2014-II (cuando se promulga la ley) o tienes una maestría, lamentablemente te tenemos que dejar ir”. Y así fue. De pronto, me quedé de patitas en la calle incluso con horarios hechos y contando con un ingreso que —gracias a Mora— se esfumó en el aire.

Felizmente en la otra universidad —que también iniciaba sus trámites para la licenciatura— ayudaron a que me quedase. Me abrazaron bajo la figura de “profesor especialista” que era una excepción de la ley bajo la cual un docente podía quedarse un tiempo más, firmando una carta de compromiso que te conminaba a entregar el título de magíster en un plazo determinado (2018, si no me equivoco). Así, pude dedicarme al noble oficio de la enseñanza a pesar del sueldo recortado y sintiendo odio por el Estado, ya que “por ley”, se me impedía trabajar. Obviamente ese año, empecé a buscar dónde estudiar una maestría.

Allí inició mi sorpresa. Como provengo de una familia de intelectuales sabía de antemano lo trabajoso que era lograr el grado de magíster. Recuerdo a mi padre (1 maestría) y a mi madre (2 maestrías) quemándose las pestañas a finales de los 80 e inicios de los 90 en la elaboración de sus tesis. Ser un magíster, en aquellos años, era un verdadero mérito académico y ratificaba la cualidad de investigador en un profesional. Cuando inicié mis averiguaciones para emprender una maestría paulatinamente me di cuenta de que, a partir de la promulgación de la ley, la oferta de maestrías se había multiplicado de modo estrepitoso. Me aconsejaron, además, que me olvidara de las maestrías tradicionales, difíciles de obtener (UNI, UNMSM, PUCP, etc.) y que apuntara a las nuevas universidades particulares que ofrecían el servicio, digamos, de un modo más asequible (UCV, UTP, UAP, UCSUR, etc.).

Y es que esto de la maestría ha perdido cualquier valor académico. Conozco personas apenas letradas que ya cuentan con un título de magíster (y de doctor) en la mano. No importa. Lo de la maestría ahora es un trámite más, un aspecto de la ley que ha hecho ganar millones a las instituciones que las imparten pero que no respalda de ninguna manera la elevación del nivel académico de los docentes.

No develaré el significado de las siglas a propósito (aunque localmente todo el mundo sabe a cuáles instituciones me refiero). Por supuesto, elegí una del segundo grupo. Una Maestría en Docencia Universitaria que se dictaba todos los sábados (muy conveniente) y que a pesar de su extensión (dos años) tenía el beneficio del bajo costo (la mensualidad era de unos S/.430 nuevos soles). Recuerdo que muchos años atrás, cuando averigüé por primera vez acerca de las maestrías, estas eran carísimas, se dictaban en muy pocas universidades y la única manera de financiarlas era a través de un préstamo en INABEC. Ahora, para mi sorpresa, la figura había cambiado.

Luego caí en cuenta de que esto se había convertido en un negocio: hecha la ley, hecha la trampa. ¿Necesita maestría para trabajar como docente, caballero? Pues venga por aquí, pase por acá, vea estos planes que tenemos, en dos años, en año y medio —y desde hace poco— ¡en un año! Presencial, semipresencial, totalmente online. Yo pertenezco al sexto grupo de la Maestría en Docencia, el MD-6. ¡Actualmente están en el MD-24! Es decir, las unidades de postgrado se han convertido en una fábrica de formar magísteres. Que la culmines satisfactoriamente ya es tu problema. Aquí en el Perú es así, todo tiene su lado chicha, toda necesidad puede ser atendida en su versión al paso. En algún momento estuve desalentado de llevar una maestría en dichas condiciones, tal vez por orgullo intelectual, pero finalmente quiero trabajar como docente, y hasta cierto punto, lo necesito. Entonces, tengo que cumplir la condición de la SUNEDU, para enseñar debo ser magíster, como si mágicamente eso garantizara algún tipo de calidad en mi rol académico. ¡Jajaja! Si vieran la calidad de profesores con los que me topo a diario, mucho galardón académico, pero de enseñar, nada.

El nivel educativo de la maestría que llevé, de regular para mediocre. Cursos impresentables, profesores impresentables, infraestructura muchas veces deficitaria. Al menos, un 40% de los 23 cursos que componían la maestría sí fueron de provecho y realmente actualizaron muchos de mis conocimientos y habilidades pedagógicas. Respecto a mis compañeros: buenos, regulares y calamitosos. Estos últimos imagino, serán buenos docentes, pero su capacidad para la investigación era nula. Sobra decir que han tendido mucha dificultad para presentar sus trabajos de investigación y allí está el otro lado de la moneda: a la institución le importa un pito si te titulas o no. Te otorgan facilidades mínimas y luego de ello te cobran por todo lo imaginable: ¿Más tiempo para preparar la investigación? Pago. ¿Más asesorías? Pago. ¿No cumplió con la fecha? Pago.



Y aquí la perla de la inmensa ostra creada por la SUNEDU. En muchos de estos programas NO ES NECESARIO presentar una tesis para obtener el título de magíster, con un Trabajo de Investigación basta, es decir, un documento con menor alcance científico pero que la SUNEDU permite. Por supuesto, yo jalé agua para mi molino y adelante compañeros. Traté al menos de darle un cariz de originalidad a mi trabajo y zafar de los títulos trillados e investigaciones basura que he visto cundir en muchas sustentaciones. Y es que esto de la maestría ha perdido cualquier valor académico. Conozco personas apenas letradas que ya cuentan con un título de magíster (y de doctor) en la mano. No importa. Lo de la maestría ahora es un trámite más, un aspecto de la ley que ha hecho ganar millones a las instituciones que las imparten pero que no respalda de ninguna manera la elevación (utopía de la ley) del nivel académico de los docentes y el impacto positivo en las aulas.

A finales del 2019 TODO EL MUNDO SERÁ MAGÍSTER, y será más fácil aún obtener dicho grado académico. Luego, cuando tanto magíster basura pueble las universidades y el nivel académico no se mueva de donde está, se revisarán estos mecanismos, estos kioskos gigantes de masters; y se promulgará otra ley, otras cauciones, otras figuras las cuales, los que queremos enseñar, tendremos que cumplir para no quedar en la calle. Gracias SUNEDU que aplica, pero no reflexiona. Espero que al menos, cuando aparezcan los taxistas magísteres, les llueva la realidad sobre la cabeza y vean el tremendo estropicio que han patrocinado.

—Adolfo Arroyo

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