Breve Obituario de Dos Publicaciones (y del oficio de publicar)
Tal vez como excusa a mi participación en esta revista digital (OFF Magazine) que no es más que un cúmulo de cosas de cuestionable calidad, voy a contarles brevemente mi fugaz paso por el mundillo editorial limeño y sus ingratos desenlaces. El Perú debe ser unos de los países donde la inquietud por publicar se encuentra en las más deprolables condiciones, no paga ni un centavo. ¡Aquí casi nadie lee! ¡Y qué decir de los muchachos, los jóvenes: nadie! Por lo tanto el sólo hecho de intentar publicar algo es simplemente un arrebato de la absurdidad, un sinsentido, una sinrazón.
A cocachos aprendí que no existen en el Perú mecanismos, apoyos, fondos, incentivos, talleres o asesorías que ayuden a una publicación, salir a la luz. Si quieres publicar, deberás hacerlo solito. Lo que jode realmente el asunto es que todos los insumos entán gravados tan o más que la cerveza o los cigarrillos: el papel (carísimo), la impresión, la distribución (mejor prescindir de ella y hacerlo a pata), etc. ¿Publicar a color? No hay modo. La publicación debe ser en grises y ajustando espacios para ahorrar papel, lo cual, por supuesto distorsiona la posibilidad de experimentar con la diagramación de la revista o publicación. Si uno quiere dar un paso más allá del típico fanzine fotocopiado, pues en el primer presupuesto de cualquier imprenta se aterrizan todos los sueños. Imposible que cualquier revistita impresa en offset valga menos de S/.1,50, con lo que estamos diciendo que el costo final de cualquier miserable publicación bordea los S/.5 soles, o sea, lo que cuesta la revista Magaly (una revista de miércoles).
Naturalmente Magaly cuesta así por el volumen de su tiraje y por la cantidad de anunciantes que tiene. Desde COSAS a Magaly, todas las revistas de este país son la misma mierda, con poquísimas excepciones. Es por ello que en los puestos de periódicos y revistas no se ve ninguna publicación independiente, y éstas están restringidas a circuitos muy específicos: Quilca (a quienes pronto botarán) y se me ocurre la librería Contracultura en Miraflores (saludos a Benjamín). Si revisan las publicaciones independientes en esos sitios, notarán pobreza en su expresión gráfica, en la calidad de impresión, en el cuidado de los contenidos, etc. Y si ven algo rescatable es porque allí hubo plata de alguien que simplemente, es plata que no retorna, es sólo gasto y cariño por hacer algo más o menos decente. No conozco ningún fondo editorial que haya financiado alguna publicación independiente, contracultural, fuera del sistema, experimental. Ninguno.
Básicamente el amasijo de publicadores independientes en el Perú se divide en: Poetas, Literatos, Comiqueros y Revisteros/Fanzineros.
Los Poetas publican desde paupérrimas plaquetas y cosas al fotocopiazo hasta un librito con un precio base de entre S/.15 y S/.25 soles, impresos a través de editoriales minúsculas. Esas editoriales, ¡son los mismos poetas! Una editorial de poesía es un poeta negociante + una imprenta de Cailloma (que pronto serán erradicadas también). El poeta negociante le cobra al poeta que quiere ser publicado entre S/.1,000 y S/.1,500 soles para tirar un millar de su librito de poesía. Todo poeta sabe que al pagar esa cantidad a estas micro editoriales, no verá un sol de su inversión, a pesar que se supone ésta será distribuida en un circuito de librerías. Esa es la satisfacción, saber que al menos el producto será distribuido. De la plata, nada, monada. Por eso es que ellos mismos regalan sus libros de poesía en sus presentaciones e intercambian publicaciones entre poetas. Lo gracioso es que entre ellos mismos se estafan, se putean, se denuncian, se cabecean; en fin, toda una retahíla de desventuras a las cuales no son exclusivos.
Un Literato que se respete envía su machote a muchas, muchas editoriales un poco más grandes (por ejemplo: Mesa Redonda, Hipocampo Editores o cosa por el estilo). Con suerte, alguna de esas editoriales acepte publicar al cabrón. Para ello, la editorial cobra entre S/.1,500 y S/.2,500 soles para tirar entre 500 y 1000 ejemplares del libro, organiza una presentación y la distribuye en varias librerías. Estos libros cuestan entre S/.25 y S/.50 soles dependiendo del tamaño y "prestigio" de la editorial. Igualmente, el literato paga su plata y nunca la ve retornar. Si no me equivoco, la comisión por libro vendido para el literato es del 5%, o sea por cada 100 libros vendidos supuestamente le caen unas S/.150 luquitas, y vender 100 libros en este país es ser un best seller. Sólo queda la satisfacción de haber publicado.
Los Comiqueros son los más cagados, porque entre ellos cunde la división (por estilo gráfico y argumental), entonces, los de estilo americano denostan a los de estilo asiático quienes a su vez denostan a los sin estilo quienes a su vez denostan a los anteriores. Y así, se puede encontrar un número diversos de grupúsculos por temática (urbana, suburbana, heroica, antiheroica, manga, porno, erótica, setentera, ochentera, noventera, vanguardista, etc, etc). Al encontrarse dispersos y divididos no llegan a ningún lado. Se pulican a sí mismos haciendo esfuerzos independientes o traficando sus productos en revistas o fanzines. Las pocas compilaciones que he visto o esfuerzo de grupos como Calandria (ignoro si seguirá haciendo concursos de comic) nunca satisfacen a nadie debido al sectarismo del gremio, y al no apoyar esfuerzos comunes, se disuelve la posibilidad de difusión, distribución, etc. Ojalá la cosa haya mejorado en algo en estos días.
Los Revisteros/Fanzineros son los más tristes (allí me incluyo), ya que cada revista/fanzine es un universo en sí. Una revista es una compilación de textos de diversa índole, sazonada a gusto de sus editores lo cual les brinda la personalidad que ellos persiguen: musical, cinéfila, contracultural, erótica, porno, poética, literaria, filosófica, deportiva, artística, etc, etc. Como deben buscar muchos colaboradores (impagos, por supuesto) edición tras edición, y al no poder contar con un staff permanente de escritores, publican cuando pueden, a duras penas y sin un ritmo constante. En un año pueden salir cinco ediciones y en el otro sólo una. La distribución de hace a pie y del mismo modo se recolecta la plata, lo cual conlleva a desarreglos, fuga de capitales, cabeceos y mala contabilidad. Publicar una revista independiente en el Perú debe ser la labor más ingrata que conozco. Se recomienda que cada publicación debe tener a un responsable de marketing a quien se le paga un porcentaje por cada publicidad que consiga, pero ¿cómo vender un producto si este es crudo, contracultural, pseudo pornográfico, cuyo uso del lenguaje es procaz y tiene como tapa a una mujer mordiéndose un pezón? ¿En serio creen que alguien les va a comprar publicidad así la revista sea un éxito? ¿Autogestión? Ja, ¿entre tipos que no saben un comino de administración? Por ello muy pocas revistas/fanzines independientes pasan las 5 ediciones. Por lo general, se disuelven, se reciclan, se reagrupan, hasta que sus miembros se cansan y listo. Muerto el payaso.
Obituario
La primera publicación con ambiciones en la cual participé fue la Revista C, gestada en la Facultad de Arquitectura de una universidad nacional. Éramos tres egresados de arquitectura con ánimos de dibujar y escribir sobre cualquier mierda culturosa que no sea arquitectura. Le hicimos una página web, la publicamos en un papel reciazo (manila chosica, que ya no existe) y la distribuíamos a pata. Costaba S/.2 lucas. Llegamos a las 6 ediciones, logramos un público cautivo y como la cosa empezó a ir bien, se iniciaron las divergencias editoriales y el proyecto fue abandonado y olvidado poco a poco. Moraleja: el ego siempre es un problema. Debo decir que nunca llegamos a sacar plata de las ventas salvo para dos chelas ocasionales y siempre con la subvención de la familia de uno de sus miembros que tenía una imprenta, logramos abaratar costos de impresión. Sin esa ayuda nunca hubiéramos publicado nada.
La segunda publicación, la revista L, empezó como una página web, una e-zine. El comité editorial lo formaba un bachiller de arquitectura (ex revista C) y un poeta limeño. En la web logramos publicar 13 ediciones, obtuvimos algo de renombre, hicimos entrevistas, nos entrevistaron. La subvención en este caso era que uno de sus miembros dominaba el lenguaje web y se comía la chamba de publicar cada número sin cobrar un mango. Hubiera sido imposible pagar a un diseñador web. Como la cosa caminaba, se decidió por publicar un número físico. El presupuesto en la imprenta fue de S/.2000 soles que a duras penas se consiguieron con ayuda de los amigos, de la familia y de colectas. El producto final salió de putamadre, costaba S/.5 soles, un poco caro pero estaba bien impreso y tenía una calidad más que aceptable. Se tiraron 600 revistas que en teoría dejaría la plata necesaria para emprender un segundo número. Se colocaron 100 en librerías. Ciegos de confianza, inmadurez e inexperiencia, uno de sus miembros regaló y vendió unilateralmente los otros 500 números. Así, se descapitalizaron, se mandaron a la mierda y nunca más volvieron a publicar algo juntos. Moraleja: la plata y el capital, debe administrarla una persona idónea y exclusiva para tal fin. ¡No hay ganancia! ¡Todo se debe reinvertir! Poco a poco, la revista, la web, la reputación se fue desvaneciendo en el tiempo. Hoy no queda ni el recuerdo.
Y por eso, casi en réquiem, ahora publico en esta revista digital. Que ni siquiera es una revista.
—Fausto Dovogal
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